viernes, 9 de marzo de 2012

Discurso en la presentación del libro "Yo Libertadora" de Cristina Reyes Hidalgo


“Soy de mis amigos un descanso, soy lo que me dé la gana... sí, sí, sí… soy escritora también.” Cristina Reyes

  • Abogada Doménica Tabacci, Vicealcaldesa de Guayaquil
  • Querida Cristina, la mujer que se bajó de su curul constituyente para hoy hablarnos al oído con dulzura…
  • Señores, señoras y señoritas Concejales del Cantón
  • Señor Cónsul General de España
  • Querida familia Reyes Hidalgo y amigos de Cristina
  • Señoras y señores…

¡Qué gusto compartir esta noche con entrañables amigos!, como estamos entre amigos no esperen un hermoso y elaborado discurso, solo pretendo conversar con ustedes -como lo hacen los amigos- con palabras sencillas y desde este corazón emocionado.

Cuando Cristina me invitó a que comparta con ustedes esta noche, debo confesar que disfracé con una sonrisa mis nervios y con un "encantado mi libertadora" ese incontrolable temor ante honor tan grande. Hoy, sin disfraces les digo que me siento muy orgulloso de ser parte de este momento porque conozco lo que han significado para mi amiga estas páginas, porque ahora que estoy aquí recuerdo las preocupaciones y las sonrisas que arrancó este libro antes de ser parido con dulce inspiración.

En estas letras traviesas que bailan en mis ojos y le coquetean al alma, logro encontrar a la Cristina de carne de hueso, la mujer, la hija, la hermana, la amiga, la luchadora, la incansable, la de la sonrisa constante. La eterna enamorada que desde la tierra de Olmedo abraza al mundo, sus dolores y alegrías, enamorada de la nostalgia, del camino más que del destino, leo en cada letra a Cristina la eterna enamorada de su historia.

En su rostro y estas letras me reencuentro con Manuelita Sáenz y Rosita Campusano, esas mujeres de historias y aventuras. Pero también veo a la mujer de a pie, a la mujer de ayer y la mujer de hoy: a la negra, la chola, la mestiza y a María, la madre indígena a quien dedica “nación piel”:
“puedo reconocerme en tu piel cobriza, cobijada de ancestros, de caudalosos ríos sesgados por la injusticia… en tu larga cabellera enredo mi emoción. Histórica y profunda tu piel me invita, a ser todos los colores del mundo incluyente…”

Navegando maravillado a través de estas páginas me sorprendieron las fuertes olas del amor, también encontré olvido, aventura, pasión, grito de protesta, vida, nostalgia, alegría y libertad… Es que Cristina no solo defiende y vive la libertad, también la acaricia con sus letras y nos dice:
“Esta libertad se bebe al mundo… Es tan atrevida y sumisa, tan contradictoria y tan mía, al fin de cuentas es mi libertad.. y yo elijo… y yo pago… y me levanto o le agradezco… y la vuelvo a elegir”

La insubordinación y autenticidad de la autora se reflejan en cada línea. Es indispensable hacer una pausa a la rutina, abrazar la noche, abrir este libro –que con vino sabe mejor- y aventurarse a disfrutar del alma sencilla. Es que también hay quienes no logran despojarse de juicios y prejuicios, de esa moral duplicada, de aquellos que decretan lo que es correcto y lo grabaron con martillos en sus duros e inertes corazones. Para ellos también hay espacio en “Los Criticólogos”:
“Engómense de su intelectualidad soberbia, yo no calzo allá en sus fríos cerebros, no me siento mal por sus murmuraciones… Me conformo con mi prosa bendita, dueña del coloquio natural y de un mundo volátil y sin reglas, que seguramente conocerían, cuando decidan sentir sencillamente y dejar huellas…”

Si abre cualquier página del libro ustedes podrán notar la forma particular que la autora insinúa sus objetivos, porque a través de cada dosis de sus poemas ella conmueve, reinventa, seduce, invita, baila, sueña y acompaña al lector en una conversación profunda, sin que medie lo acartonado. Ella traerá a esta batalla solo dos armas: su pasión y su tinta. En “poesía” se confiesa:
“La imaginación me preguntó si te conocía, poesía… y yo te negué tres veces… y no pude decirles la verdad, decirles que contigo fraguaré milagros, a fuego eterno edificaré humanistas y habrá danzas en América con tu sangre… Cuando contigo hada blanca, los derrotemos, no me niegues tú.”

Quiero invitarlos a atreverse a tomar lentamente, sorbo a sorbo, este maravilloso encuentro con nuestro espíritu. Estoy seguro que llegarán a emborracharse de historias, desafíos, locuras y pasiones… Terminada esta aventura nos volveremos adictos a vivir y sonreír.

Aquí también encontrarán erotismo. Quiero citar “opciones andinas” donde nos encontramos con la mujer atrevida y sensual:
“¿Qué  harían tus manos en una noche oscura?, ¿qué harían peligrosas en mi sinuosidad?, escalarían mis andes dormidos, amarían mis ojos caídos en el valle mordaz, o suplicarían a mis mares de agua turquesa, mi arena rosada, mis olas de reina… ¿Qué harían tus manos con el amor?”

Gracias Cristina por regalarnos tu poesía, tu talento, por no negarte al mundo... Porque escribir es una forma de amar, como diría nuestra gran amiga Fernanda Pazmiño.

Es que más allá de la poesía, Cristina pertenece a una nueva generación que ha decidido dejar de ser una isla en medio de la sociedad ecuatoriana para convertirse en protagonistas de la historia… Es que a pesar de nuestra juventud hay tanto que podemos enseñar a los experimentados, los adultos de la política y la guerra… Así como hace 200 años, hoy vivimos la misma necesidad del surgimiento de nuevos y valientes liderazgos, la participación de verdaderos enamorados de la Patria y defensores aguerridos de la libertad. No cabe duda que por las venas de Cristina corre la sangre de alguna parisina de mayo del 68.

El amor por esta patria lo expresa en muchos de sus poemas, lo hace también cuando en “Patria amada” desnuda su corazón tricolor:
“Patria amada, ocasión de refugio, en tu santo terruño acaricias el dolor, dolor ausente de tus hijos fecundos, que guardan migajas con sabor a conquista, que esculpen caminos en otro eslabón… Patria amada, rocías mis alas, en tu sagrada estela me infundes pasión, ardor de saberte tan mía y del vértigo, sensual y orgullosa reclamas acción…”

Nosotros no luchamos con balas, disparamos poemas directo al centro del alma; nosotros tenemos un compromiso generacional por dignificar la política; nosotros tenemos la tarea impostergable de reinventar los sueños.

Para concluir quiero citar a nuestro maestro, el escritor y activista venezolano Gustavo Tovar Arroyo, quien respecto a este libro dice:
“Contestataria y provocadora, sensual y lucida. Cristina se enclava en su siglo… a modo de una dulce y bella travesura de la eternidad… y en un goce sensual a través de una lectura que nos abraza a Latinoamérica, descubrir a la mujer ecuatoriana: su incendiaria y eterna vocación de libertad…Cuando generaciones futuras se sienten a leer estos poemas podrán dilucidar la intensidad con la que se vivió esta época. La juventud floreció de la Pachamama americana y se pronunció con rebeldía, sin miedo…”

Señoras y señores…


                                                                                                               César Coronel Garcés

8 de marzo de 2012, Salón de la Ciudad
Guayaquil - Ecuador
  

jueves, 23 de febrero de 2012

No a las mentiras

Por: Emilio Palacio

Esta semana, por segunda ocasión, la Dictadura informó a través de uno de sus voceros que el Dictador está considerando la posibilidad de perdonar a los criminales que se levantaron el 30 de septiembre, por lo que estudia un indulto.
No sé si la propuesta me incluya (según las cadenas dictatoriales, fui uno de los instigadores del golpe); pero de ser así, lo rechazo.
Comprendo que el Dictador (devoto cristiano, hombre de paz) no pierda oportunidad para perdonar a los criminales. Indultó a las mulas del narcotráfico, se compadeció de los asesinos presos en la Penitenciaría del Litoral, les solicitó a los ciudadanos que se dejen robar para que no haya víctimas, cultivó una gran amistad con los invasores de tierras y los convirtió en legisladores, hasta que lo traicionaron. Pero el Ecuador es un Estado laico donde no se permite usar la fe como fundamento jurídico para eximir a los criminales de que paguen sus deudas. Si cometí algún delito, exijo que me lo prueben; de lo contrario, no espero ningún perdón judicial sino las debidas disculpas.
Lo que ocurre en realidad es que el Dictador por fin comprendió (o sus abogados se lo hicieron comprender) que no tiene cómo demostrar el supuesto crimen del 30 de septiembre, ya que todo fue producto de un guión improvisado, en medio del corre-corre, para ocultar la irresponsabilidad del Dictador de irse a meter en un cuartel sublevado, a abrirse la camisa y gritar que lo maten, como todo un luchador de cachacascán que se esfuerza en su show en una carpa de circo de un pueblito olvidado.
A esta altura, todas las 'pruebas' para acusar a los 'golpistas' se han deshilvanado:
El Dictador reconoce que la pésima idea de ir al Regimiento Quito e ingresar a la fuerza fue suya. Pero entonces nadie pudo prepararse para asesinarlo ya que nadie lo esperaba.
El Dictador jura que el exdirector del Hospital de la Policía cerró las puertas para impedir su ingreso. Pero entonces tampoco allí hubo ningún complot porque ni siquiera deseaban verle la cara.
Las balas que asesinaron a los policías desaparecieron, pero no en las oficinas de Fidel Araújo sino en un recinto resguardado por fuerzas leales a la Dictadura.
Para mostrar que el 30 de septiembre no usaba un chaleco blindado, Araújo se colocó uno delante de sus jueces y luego se puso la misma camiseta que llevaba ese día. Sus acusadores tuvieron que sonrojarse ante la palpable demostración de que los chalecos blindados simplemente no se pueden ocultar.
Podría seguir pero el espacio no me lo permite. Sin embargo, ya que el Dictador entendió que debe retroceder con su cuento de fantasmas, le ofrezco una salida: no es el indulto lo que debe tramitar sino la amnistía en la Asamblea Nacional.
La amnistía no es perdón, es olvido jurídico. Implicaría, si se la resuelve, que la sociedad llegó a la conclusión de que el 30 de septiembre se cometieron demasiadas estupideces, de parte y parte, y que sería injusto condenar a unos y premiar a otros.
¿Por qué el Dictador sí pudo proponer la amnistía para los 'pelucones' Gustavo Noboa y Alberto Dahik, pero en cambio quiere indultar a los 'cholos' policías?
El Dictador debería recordar, por último, y esto es muy importante, que con el indulto, en el futuro, un nuevo presidente, quizás enemigo suyo, podría llevarlo ante una corte penal por haber ordenado fuego a discreción y sin previo aviso contra un hospital lleno de civiles y gente inocente.
Los crímenes de lesa humanidad, que no lo olvide, no prescriben.