lunes, 25 de julio de 2011

Historia y fiesta al pie del río

Novia del Guayas, entre sus aguas te bañas, mientras el salado se funde contigo en un abrazo eterno. Tu nombre es Guayaquil, tu apellido es Ecuador, perla que destaca por su brillo del collar de las más hermosas metrópolis del planeta que Dios creó.
Luz de libertad para los americanos, ejemplo de valentía y progreso, tus hombres de espíritu guerrero dieron sus vidas por liberarte.
Guayaquil, siempre libre, jamás esclava, independiente y autónoma, por naturaleza dedicada al comercio, al arte de producir.
Cada vez, más hermosa, los guerreros del cambio lograron darte una cara nueva, tus hijos de hoy debemos cuidarte y apoyar a quienes por ti hacen bien.
La brisa del Guayas inspira, la belleza de tus mujeres enamora, tus empedradas calles atrapan, tu gente amable roba sonrisas y tu misteriosa historia me cautiva.
De las casas de los guayaquileños, me gustan los balcones, los rinconces en los que enamoraban a las doncellas, en los que, con guitarras, entonaban los artistas sus letras de amor y despecho.
Antes, eras madera y cañones frente al río; hoy, eres cemento y libertad frente al mismo río. Nuestro río representa la esencia luchadora de quienes nacimos y vivimos en este puerto, característica que en nosotros es invariable.
Al cumplirse un año más de la Fundación de Santiago de Guayaquil, he querido hacer este homenaje a la que es mi ciudad, orgullo para los ecuatorianos y admirable ejemplo de desarrollo para el mundo.
Cuando hablamos de Guayaquil, no podemos evadir hablar de sus luchas, de su historia, de sus héroes, de su vida, de lo que nos hace distintos.
Los guayaquileños tenemos espíritu emprendedor, combinado con inmenso amor por el desarrollo; luchadores incansables de lo que hemos logrado con sacrificio y esfuerzos.
Guayaquil es también arte en la cocina: el encebollado al despertar, el cebiche al mediodía; en la tarde, la menestra con carne asada; en las noches, el arroz con leche o el aplanchado con chocolate, y, en las madrugadas, las cervezas acompañan a los bohemios.
Ciudad que enamora. Aquí, el sol tiene su sede, las estrellas bajan en las noches a admirarte y la luna, celosa guardiana, desde lo alto te ilumina.
De brazos abiertos, sonrisas en cada esquina, ciudad que invita a regresar.
A mi ciudad, la llevo en mi forma de hablar: soy guayaquileño, lo sé por cómo reímos, por cómo hablamos, cómo cantamos, cómo sentimos y por esa forma particular de amar con intensidad.
Ciudad de Olmedo, Vicente Rocafuerte, de Rosa Campusano, Julio Jaramillo; cuna de luchadores, guerreros, bohemios, lagarteros, empresarios, de gente que vive con alegría y trabaja con esfuerzo por hacer cada día un mejor Ecuador.
Mi saludo emocionado a mi hermosa ciudad; mi admiración y gratitud a quienes la han transformado, mi reconocimiento a quienes nos dieron la libertad.
El guayaquileño no se deja, el ecuatoriano es valiente, la vida se debe aventurar ante el riesgo de ser esclavos: luchemos día a día por esa libertad que la historia nos regaló y que unos cuantos nos quieren arrebatar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario