miércoles, 26 de mayo de 2010

Justicia de ortiga y sangre

Por César Coronel Garcés
ccoronelg@hoy.com.ec

Invencibles, heroicos y guerreros son tres características que, a través de la historia, han definido a nuestros hermanos indígenas. Mi admiración por sus conquistas, su piel que no niegan y por sus ancestros, que son los míos también.
Por estos días, se ha vuelto a hablar de la Justicia indígena, un tema que ha tenido esporádicos análisis cuando nos encontramos frente a un caso particular de juzgamiento con el método que ellos aplican.
Sobre este tema, mi postura como estudiante y creyente del derecho es obvia. Más allá de nuestras diferencias, hermano indígena, tu eres tan ecuatoriano como Rafael, nuestro presidente; como Roberto, el señor que vende en la tienda; como María, la productora de arroz; como Melissa, la estudiante; como Raúl, el médico; como Tránsito, vuestra heroína..., tan ecuatoriano como yo, que te admiro y te respeto, somos todos tan diversos pero iguales al mismo tiempo.
No solo respeto, también comprendo muchas de tus costumbres, pero considero que, con el tiempo, las sociedades evolucionan y, así como tú has logrado conquistar muchos derechos, la civilización ha tratado de igualar ante la Ley nuestras diversidades para unificar incluso la Justicia.
Quizá fue un error que el método de Justicia indígena se haya establecido en la nueva Constitución cuando se supone estamos caminando hacia la unidad jurisdiccional; lo mismo pienso de los tribunales que juzgan a militares y policías. El hecho de usar poncho o uniforme no nos hace distintos; insisto, todos somos ecuatorianos, y corre por nuestras venas la misma sangre de Atahualpa y de Espejo.
Estoy convencido, al igual que tú, que la Justicia en nuestro país es como aquella dama que, con poca vestimenta, se para en una esquina a buscar quién ofrece más por su cuerpo; pienso que muchos de nuestros jueces actúan por conveniencias e, incluso, por miedo, pero nada de esto es excusa para volver a usar la ortiga y que, en nuestros paramos, vuelva a correr sangre de mis hermanos.
¿Es que acaso la igualdad es patrimonio reservado solo para los mestizos? ¿Acaso, con juzgamientos improvisados y con practicas violentas, estamos rindiendo homenaje a mamita Tránsito Amaguaña, a Oswaldo Guayasamín, al guerrero Rumiñahui y todos vuestros admirables ancestros?
Cuando vayas a levantar tu mano para lacerar el cuerpo de otro hermano, piensa en tu historia, observa que tiene tu misma piel, recuerda que, por dentro, lleva la misma sangre que tú y yo; y, de corazón, te pido que no olvides que es un ser humano y que es igual a ti y a mí en dignidad y en derechos.
Con la misma fuerza con la que ahora marcas los cuerpos de tus hermanos, debes empezar a marcar un hito más en la historia de nuestro país. Únete a la lucha de quienes queremos la plena vigencia de un Estado de Derecho, la justicia hay que recuperar; es impostergable su limpieza, pero no podemos, por ello, omitirla en nuestras vidas ni, mucho menos, desconocerla.
¡Basta!, desde mi corazón mestizo, como tu hermano, como ecuatoriano, como ser humano, te lo pido, deja de aplicar esa justicia de ortiga y sangre. El Ecuador es maravilloso, es único, es diverso. El Ecuador eres tú y también lo soy yo.

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